Cecila McWeeny Chacón, hija adoptiva de Almuñécar, recibe   la  Medalla de la Ciudad.

Han sido los ediles sexitanos Francisco Robles y Jaime Martos los encargados de hacerle entrega de este galardón.

Feliz y contenta. Así ha recibido   Cecilia McWeeny Chacón, hija adoptiva de Almuñécar, la medalla de la ciudad que le ha sido entregada por los concejales Francisco Robles y Jaime Martos.

 Por fin Cecilia ha lucido la medalla con orgullo que tenía pendiente y que estaba pendiente y que se demoró  tras la llegada y años  del Covid-19.

Esta almuñequera nacida en Bradford, Reino Unido en 1940,  llegó a Almuñécar en los años 60. Y el azar tuvo mucho que ver… Se encontraba un verano en los países nórdicos con unas amigas cuando conoció a un sexitano que le habló de estas tierras, le picó la curiosidad y en sus siguientes  vacaciones puso rumbo a Almuñécar;  por cierto que el suyo fue uno de los primeros bikinis que pisaron nuestras playas.

El encanto de estas tierras y la sonrisa del almuñequero, Paco Chacón,  la enamoraron hasta el  punto de dejar  su familia y su trabajo en Inglaterra para casarse y establecerse en Almuñécar  para siempre desde 1967.

Cecilia y Paco,  fundaron una gran familia. Ella  se convirtió en el apoyo incondicional de Paco,  que fue uno de los grandes emprendedores almuñequero. Algunos recordarán cómo empezó con un modesto puesto en la pescadería vieja y llegó a fundar el primer híper del pueblo en los años 90.

Solidaria y comprometida.

Cecilia Chacón, como se le conoce entre los almuñequeros, ha sido y es una persona entregada a mil causas  como: la AECC, la Asociación contra la Drogadicción, Alcohólicos, SIDA, Cáritas…, tiende su mano a cualquiera que llame a su puerta. El color de la piel, la ideología, la religión o la condición social son algo en lo que ella jamás se fija para ayudar a quien lo necesite.

Su humildad impide que conozcamos de su boca los cientos de casos de familias necesitadas y personas sin rumbo e inmigrantes a las que ha ayudado y sobran los ejemplos. Sus acciones solo obedecen a su sentido de la justicia social.

No se puede salir con ella a la calle sin que se pare mil veces a saludar amigos y conocidos, a interesarse por alguien que haya pidiendo en un escalón o a invitarle a un café. No duda en acompañar a un extraño al médico para hacer de traductora y acompañante y es capaz de montar un rastrillo benéfico a favor de las misiones, la asociación contra el cáncer, los enfermos de SIDA o cualquier otra causa que merezca su atención.

 

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