El músico americano fue homenajeado recibiendo la medalla de la ciudad sexitana y sumando su nombre y firma en el “Boulevard del Jazz” del parque “El Majuelo”
Se cumplieron las expectativas que había despertado la actuación del saxofonista americano Kenny Garret en el Festival Internacional de Jazz en la Costa de Almuñécar. Aforo completo y, lo que es más importante, supo conectar desde el primer momento con un concierto arrebatador
Garret que acababa de recibir momentos antes la medalla de la ciudad sexitana de manos del alcalde, Juan José Ruiz Joya, acompañado del diputada de Cultura Fátima Gómez, corporativos almuñequero, sumó su nombre y su firma al “Bulevar del Jazz’” , ubicado en el propio parque “El Majuelo”, y que viene a sumarse a nombres como Enrico Rava, Chano Domínguez, Chucho Valdés, Eliane Elias, Javier Colina, Kenny Barron… y otros muchos jazzistas que actuaron en el auditorio de Almuñécar.
Kenny Garrett, un joven de 61 años, sigue siendo un comodín que queda bien donde le pongas, y es una garantía de alto rendimiento y un gran concierto. En esto es infalible. Su sombra es alargada, y más tras sus pases por ediciones anteriores del Festival, el de Granada y también en El Lago (y algunos privilegiados le tuvieron un metro en el desaparecido Club de Jazz), y siempre dejó exhaustos a los aficionados. Recordemos aquí su previa visita a El Majuelo, de casi tres horas de ritmos electrizantes que acabaron a las puertas del hip hop. En 2022 repitió. Garrett es, sin duda, uno de los fenómenos sueltos que andan por el jazz actual, y como tal lo incluyó el último Miles Davis en su equipo, precisamente el que dio su mítica actuación en el Estadio de la Juventud granadino.
Afectado de una extremada urgencia expositiva y torrencial locuacidad, recuerda su época de revisionista del bop con un ataque duro caracterizado por su forma de tocar el staccato y una firmeza absoluta, pudiendo pasar sin solución de continuidad de un estremecedor lirismo a la ardiente lava sonora o encallarse en un riff repetitivo. Su música, en este caso la de sus ancestros, la que decía escuchar en su infancia, se entrelaza con los ritmos urbanos en un discurso versátil y libre.
Su concierto del viernes, a pesar de ser bien conocido el personaje, no perdió capacidad de sorpresa, y así la exposición en tromba de “what was taht” de salida fue ya apabullante, con una banda llena de supertallas, destacando el trabajo hercúleo de un pianista raudo como la luz y colíder de la banda como Vernell Brown, que es su socio de confianza hace años ya. Como la locura del joven baterista Ronald Bruner, capaz de engañar a la vista por la rapidez de sus fornidas ejecuciones: sí solo tiene dos brazos.
Tras un paseo en clave de funk, blues coltraniano, y aires latinos de bolero-swing para lucimiento de su multipercusionista (y segunda voz, que también estuvo con Miles, como con Amy Winehouse y Michael Jackson) Rudy Bird, llegó al final invitando al público a colaborar. El habitual y resultón “Happy people”, pieza con un juguetón riff muy Weather Report y coro rapeado, convertido en un larguísimo mantra coral con la parroquia de pie ya en éxtasis. Como suele ser habitual entre los que fueran cachorros de Miles Davis, no hizo ningún bis.
Jazz en la Costa está organizado por el Ayuntamiento de Almuñécar y la Diputación Provincial.