El 34º Festival Internacional de Jazz en la Costa de Almuñécar llegó a su final anoche con la presencia del saxofonista y clarinetista norteamericano, David Murray, un músico que en medio siglo de vida artística, probablemente ha batido el récord de grabaciones con cerca de dos centenares a su nombre. En ese tiempo ha militado en todo tipo de formaciones alrededor del saxofón, por lo que acumula experiencia a su talento. Generacionalmente está incluido en la segunda promoción de músicos “free”, y su concepción del jazz es abierta y vanguardista; en su caso interesándose vivamente por las músicas negras caribeñas y africanas. Su libertad de actuación formal quedó clara en su concierto sexitano, con una sonoridad poderosa, explosiva y polifónica, y un fraseo impredecible, rápido y que no evitaba la estridencia. Salió en tromba nada más llegar, con su habitual uso de los armónicos y una paleta completa, desde el grave más bajo a los irritantes sobreagudos que tanto le gustan.
Con el apoyo de una formidable sección de ritmo formada por el contrabajista Bradley Jones y el baterista Hamid Drake, y con el apoyo del siempre fiel escudero, Pepe Rivero , el pianista cubano vino en sustitución de la madrileña Marta Sánchez, dio un concierto final dirigido a los aficionados de pura raza, los más audaces. Con la brillantez de un artista ávido de sensaciones creando texturas y puentes entre estilos del jazz con el ardor de un joven y la pericia de un maestro. Tras una exhibición de posibilidades del saxo y el clarinete bajo, desde la contagiosa Let’s cool one a la intrincada Hope/Scope, puro “free”, el público despidió a Murray y su grupo puesto de pie con la última ovación de este año.