Durante estas más de dos semanas de confinamiento el silencio se impone en La Herradura, como en otras muchas localidades. Los vecinos permanecen en sus casas y solo a las ocho de la tarde se oye la presencia de que están presentes cuando salen a tocar las palmas en homenaje a sanitarios y todos aquellos que están en primera línea de esta alerta sanitaria: comerciantes, camioneros, fuerzas de seguridad….
Un silencio que, además, solo se rompe en buena parte del casco antiguo de La Herradura con el canto del gallo de la calle Armijo. Mañana y tarde el canto del gallo, junto al sonido de alguna mirla al caer la tarde, se oyen en el casco antiguo herradureño.
El canto de este gallo no es nuevo. Hace ya algunos meses nos llamó la atención durante las obras de rehabilitación del casco antiguo. Ya lo destacamos como el gran despertador de muchos vecinos. Este “reconocimiento” también le llegó cuando los empedradores dedicaron una imagen o mosaico en su honor.
Sin embargo, ahora el sonido sobresale. Es más, el gallo sale de su corral, porque campa a sus anchas por el entorno, y busca su “tribuna”, en lo más alto de la azotea vecina donde gana en audiencia. Aquí su figura es más esbelta y gana también elegancia su plumaje con lo últimos rayos de sol al atardecer. Observándolo un momento, vemos como gana impulso y su cante es tan profundo, dando su do de pechuga, que se nota como le pone todas las ganas posibles. Es único. Y sus vecinos, ya acostumbrados, los sobrellevan con divisiones de opiniones. Pero es un cantaor nato. Todo un especialista en su faceta natural que le da un toque auténtico.
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