Fred Hersch llenó anoche de poesía el Festival de Jazz de Almuñécar
En el centro de la programación del 31 Festival Jazz en la Costa de Almuñécar actuó en la noche del jueves uno de los músicos más importantes del último medio siglo: el estadounidense Fred Hersch.
Con este concierto del Festival de Jazz en la Costa, que está organizado por el Ayuntamiento de Almuñécar y la Diputación Provincial de Granada, cruzamos el ecuador del mismo con éxito artístico y de público.
Maestro de genios y con una azarosa vida digna de una película (que la hay), Fred Hersch actuó por primera vez en Granada dentro de la programación del Festival Jazz en la Costa de Almuñécar con su trío; uno de los equipos más en forma de los últimos años, formado con el contrabajista John Hébert y el baterista Eric McPherson, juntos desde el año 2009 y con la costumbre de publicar un disco anual, la mayor parte en directo, que es donde Hersch y sus compañeros mejor se expresan.
Fred Hersch es un pianista situado entre los más grandes, una leyenda, y estaría más arriba si su vida no le hubiera entretenido con serios reveses a su salud. Diagnosticado VIH positivo desde 1984, tras un cuadro de demencia (provocado por las complicaciones de una neumonía) en 2008, permaneció en coma durante dos meses y cuando despertó tuvo que aprender a hacer todo de nuevo, desde comer a tocar el piano.
«El mundo de Fred es un mundo donde confluyen muchos de los elementos de la historia del jazz y de la historia de la música, en una visión muy contemporánea. Su estilo tiene mucho que ver con un pensamiento individual, y también se encuentra estrechamente relacionado con la belleza», dijo de él su genial alumno Brad Mehldau. Y es que Hersch, como Mehldau o Jarrett crecieron en la sombra alargada que dejó Bill Evans y su concepto minimalista de la belleza introspectiva.
El trío, en parque sexitano de El Majuelo, manifestó una comunión casi telepática: mientras cada miembro es un músico virtuoso, sus decisiones personales siempre están subordinadas a la interacción grupal, de forma que un trío llega a ser algo más que tres. El lirismo, la interacción y el respeto por el espacio de los compañeros son componentes valiosos de la identidad de este equipo. El piano sonó nítido como un amanecer, empático, casi enamorable; cada matiz de la percusión, por más intricada o enérgica que fueran se transparentaba con una claridad, y el tercero en concordia se añade con precisión y con un poder adhesivo a sus compañeros.
Para los amigos de la poesía sin adornos y de la pureza del piano jazz (y clásico) estricto, la presencia de esta leyenda en Almuñécar fue un regalo emocionante.